¡No lo hagáis! O cualquier actor que esté a vuestro alrededor os obligará a retractaros de inmediato; pues es bien sabido que, en el mundo de la farándula, la tradición de desear “mucha mierda” (“merde” en francés) antes de comenzar la función está tan arraigada que no hacerlo ya de por sí supone una afrenta contra el destino de la obra. Esta tradición, venida a superstición, encuentra su origen en el París del s. XVIII cuando, durante la actuación en corrales de comedia, los coches tirados por caballos esperaban aparcados a la salida. Así, si a la salida el suelo estaba tapizado con excrementos de caballo, esto significaba que la función había sido un éxito de concurrencia.
Lo mismo ocurre con la expresión inglesa “Break a leg” (“rómpete una pierna”) que, lejos de procurar mal al actor, se traduce exactamente igual que la anterior. Esto es debido a que, a principios del s. XVII en Inglaterra, si la función era del agrado del público, éste arrojaba dinero al escenario a modo de “propina”; por consiguiente, los actores tenían que arrodillarse a recogerlo.
Pero no sólo de fórmulas para la fortuna se nutre el folclore teatral. Los actores tienen su propia “intra-cultura” en lo que se refiere a tradiciones, mitos y supersticiones que han de seguirse para obtener éxito y evitar infortunios.
Por ejemplo, si entusiasmados por la actuación de una actriz la enviáramos flores tendríamos que evitar los claveles, ya que estos han pasado a la historia como precedentes de desgracias desde que, en el s. XIX los directores los enviaran para anunciar que el contrato no sería renovado la siguiente temporada.
Normalmente, como se puede apreciar, estas cábalas suelen proceder de hechos mundanos que se asientan y pasan a la historia como una tradición inquebrantable, cuyo incumplimiento traerá desventuras. Así, se evita silbar cerca de un escenario desde que ésta fuera la forma de indicar a los tramoyistas las subidas y bajadas de telón. ¡Un silbido a destiempo podría originar una catástrofe escénica!
Lo mismo ocurre con los alfileres: como superstición no está bien visto tejer en escena. Pues, ¿qué sería de un actor si resbalara con uno en el suelo o se lo clavase en medio de una declamación?
Sin embargo, hay costumbres más místicas, por así decirlo, en las que se ven envueltas creencias populares: no nombrar la palabra “serpiente” o “víbora” (símbolos del mal), no emplear espejos en escena (muy vinculados a las artes esotéricas y de adivinación –catoptromancia- y enlace de comunicación con el diablo). Por otro lado, también es sinónimo de mala suerte el alternar dos o más trajes del vestuario en una misma temporada; ésta debe comenzar y acabar con el mismo.
No hay que olvidar tampoco los llamados “fantasmas del teatro”, afamados espíritus que recorren las zonas olvidadas y oscuras velando por el triunfo o fracaso de la representación. Hay innumerables teatros que alegan estar custodiados por el alma de algún actor o director de tiempos pasados: el antiguo teatro Novedades de Madrid en el que se oían los gritos de las víctimas del incendio de 1928 o el teatro Maipo, famoso ya por sus innumerables “visitantes” de ultratumba.
Con todo, también hay obras de teatro “malditas”, cuya sola representación va ya ligada al mal augurio. Algunos ejemplos son “Itaipú”, “El señor de Pigmalión”, “La dama de negro”, “Drácula” y “Robin Hood”; obras a cuyo elenco le ocurre todo tipo de desventuras durante su temporada. También destaca “El enfermo imaginario” de Molière, cuyo autor, aquejado de tuberculosis, sufrió un ataque en plena función para morir horas después. En el ataque, manchó de sangre su traje amarillo (por lo que este color también produce reticencia al salir a escena).
Pero sin duda, la obra gafe por excelencia es “Macbeth”. Su mención en las inmediaciones de un teatro basta para hacer temblar a los actores (por ello se emplean eufemismos tales como “La obra escocesa” o “La obra del Bardo”). El origen del terror que causa es desconocido. Probablemente se deba a la canción de las brujas que invoca a espíritus malignos. Aunque también puede influir el hecho de que antaño, tras una mala temporada teatral, la compañía artífice emplease obras de renombre como salvavidas, generalmente “Macbeth”; por lo que esta se veía como la última posibilidad desesperada de rescatar la compañía.
Así pues, pensadlo dos veces antes de desear buena suerte a un actor si no queréis alterar esta peculiar cultura desarrollada a lo largo del tiempo.
Con o sin motivo, una superstición es una superstición.
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