
Se destaca al dandismo como un paradigma de elegancia, saber estar, clase, porte, estilo y buenas maneras. Fue creado por un grupo elitista, en torno al siglo XIX, como un estilo de vida y una serie de normas de conductas sociales y morales, que debían cumplir de forma rígida.

El dandismo fue la contraposición al Club Macaroni en Inglaterra, creado en 1760 por un grupo de jóvenes aristócratas al volver de Italia. Practicaban un estilo de vestir extravagante, cargándose de encajes, puntillas y bordados con hilos de oro, además de llevar pelucas y tacones.
Un dandi era un hombre que se consideraba elegante y refinado, que prestaba mucha atención a su atuendo y a la moda y era una persona educada y cultivada. El movimiento dandi fue una doctrina de la elegancia, la finura y la originalidad. Su estilo afectaba principalmente al lenguaje y la vestimenta.

Oscar Wilde
Pero lo que conocíamos como dandi tiene ahora otro significado. Ya no se refiere a personajes elegantes o excéntricos, podemos distinguirlos como personas que convirtieron su vida en parte de su obra y que se apartaron de las tendencias más generalizadas para alcanzar el refinamiento.
Los movimientos de vanguardia del siglo XX contribuyeron a una reconstrucción de la idea del artista y del dandy. Este concepto traspasó los límites de la llamada alta cultura, para introducirse en la ficción, creando la imagen del hombre atractivo, seductor y cortés, de la mano de estrellas del cine o la música.
En el arte, encontramos el dandismo brummelliano, que confiere a los objetos un valor que excede a su funcionalidad, aproximándolas a la idea de arte, y el artista se convierte en su propio anuncio publicitario. Otra corriente es el dandismo wildeano que se inspira en el propósito de Wilde, de convertirse en obra de arte creando su propio personaje.

Fragmentos sobre el dandismo.
Según Oscar Wilde, uno debería o ser una obra de arte o llevar una puesta. Hoy en día, la elegancia del dandi es la última rebeldía contra la vulgaridad moderna.
Sin duda vivimos en una época de nihilismo suave: “nada es cierto, nada importa y la belleza no existe”. Empero, la mayoría de la gente no desespera y se suicida por ello; sencillamente pasa del asunto. Sin embargo, existen unos pocos hombres elevados que deciden rebelarse contra la vulgaridad de su época y contra la falta de cánones estéticos: los dandis. Estos son los aristócratas de nuestro tiempo, porque el dandismo, lejos de ser un vulgar y simple culto de sí mismo, como lo creen los bobos, es un culto a la belleza y a los valores más elevados.
***
La falta de un canon estético no ha liberado a los artistas. Lejos de ello, ha hecho que todos se parezcan y se limiten hasta la saciedad: ahora todos hacen parte de una vanguardia, convirtiendo la vanguardia en el establecimiento. El dandi es superior a los cándidos artistas de hoy porque sabe que la verdadera vanguardia está en rechazar lo establecido: es decir, la vulgaridad (vanguardia) actual.
***
El dandi está a la vanguardia porque es reaccionario.
***
El dandi es el cínico más elevado de nuestro tiempo. Si Diógenes se meaba en el ágora, el dandi anda elegante y exquisitamente vestido por ésta, en una época en la que todo el mundo viste como proletario.
***
“Occidente está agotado porque ha perdido su matriz axiológica: la religión.”
No hay bofetada más grande a nuestra época que el rechazo sutil y consciente de la vulgaridad moderna. El hombre elegante es una crítica profunda y viviente de nuestro tiempo. Un par de accesorios de un dandi pueden ser más corrosivos que veinte libros.
***
“El hombre elegante es una crítica profunda y viviente de nuestro tiempo.”
Nada más tonto y cándido que rebelarse creando objetos feos. Eso sólo tiene sentido en épocas en las que la belleza impera majestuosamente. Por esa razón todos los artistas que hoy posan de rebeldes por ser o crear objetos feos son unos imbéciles. La rebeldía auténtica hoy es la de crear objetos de inconmensurable belleza (así nadie sea capaz de admirarla).
***
“El dandi es el cínico más elevado de nuestro tiempo.”
El dandi es superior a cualquier forma de vulgar rebeldía por ser él mismo el objeto y el sujeto de la belleza.
***
Los hombres vulgares anhelan desembarazarse de la elegancia cada vez que pueden. El dandi anhela nunca quitársela de encima. Lo que es más, el dandi quiere ser uno con la elegancia. Quiere identificarse plenamente con la belleza. El dandi es uno de los últimos verdaderos artistas de Occidente.
***
“Hoy todos los artistas hacen parte de una vanguardia, convirtiendo la vanguardia en el establecimiento.”
El hombre moderno condena al dandi por su frivolidad, ignorando que en una época en la que todo el mundo se siente muy inteligente, la única inteligencia, el único sentido crítico, es el de aparentar ser frívolo.
***
Ser un dandi en el siglo XIX requería de cierto valor. Era una rebeldía contra la vulgaridad cada vez más imperante de la época y una manera de demostrar su fuerte individualidad (sin duda, herencia del romanticismo). Sin embargo, el XIX era todavía una época relativamente elegante, donde la belleza se apreciaba hasta el delirio. La nuestra no. El dandi requiere hoy de un valor y un cinismo absoluto porque ya nadie es capaz de apreciar su elegancia. El dandi es el supremo rebelde, el supremo hombre, el supremo aristócrata, ahora que los monjes están a punto de desaparecer.
Los progresistas escriben historias de la belleza, ignorando que la belleza es un valor y por lo tanto no tiene historia: es eterno. Se pueden hacer historias de la manifestación de lo bello, pero no historias de la belleza.
Quizá sólo Borges hubiera podido escribir una historia de la belleza (tal como escribió una historia de la eternidad). El dandi, consciente de esto, reacciona y se erige como un faro de lo caduco, de lo antiguo, y de lo eterno; en suma: de la tradición, de los cánones. El dandi se convierte en una versión viviente de los valores que el hombre descubrió durante milenios y que el demócrata rechaza. El dandi necesariamente es un reaccionario.
***
Vivir con elegancia, aunque sin el burdo fasto de los nuevos ricos, es el ideal del dandi. Por eso la elegancia del dandi es muy sutil: no puede ser exagerada. Lo obvio pertenece al terreno de la vulgaridad.
***
La elegancia del dandi, por supuesto, es muy natural, aunque tiene un elemento estudiado. Sin embargo, el supremo arte del dandi está en hacer creer que lo estudiado también es natural. Pocas personas son capaces de lograr este efecto, y la mayoría se ve ridícula intentando alcanzarlo. En suma, el dandi debe ser un maestro en el arte de la sprezzatura.
***
La belleza necesita un principio trascendente. En nuestra época, éste ya no existe, en general, sino en una forma desteñida u olvidada. El dandi, empero, necesariamente intuye de manera muy fuerte un principio trascendente. Sin éste, no podría vestir y actuar con la elegancia y la belleza típicas de él. Es más: quizá el dandi es uno de los últimos occidentales en tener contacto con lo Bello.
***
“El dandi debe ser un maestro en el arte de la sprezzatura.”
Occidente está agotado porque ha perdido su matriz axiológica: la religión. No se puede apreciar lo bello desde lo secular. Cualquier intento de hacerlo resulta en complicadas teorías autocomplacientes de académicos que no tienen el valor de admitir que sin lo eterno, las categorías estéticas pierden sentido, y sólo se convierten en un vulgar: “me gusta” o “no me gusta”.
El dandi sin duda es síntoma de este agotamiento, pero también hace parte de una cínica crítica a esta realidad. Crítica, además, de una profundidad mucho mayor que la de aquellos que sólo escriben libros

No hay comentarios:
Publicar un comentario